UN EDIFICIO IMPONENTE HECHO A IMAGEN Y SEMEJANZA DE UN ANIMAL PREHISTÓRICO. ESTA ES LA HISTORIA DE NUESTRA BIBLIOTECA NACIONAL, OBRA EMBLEMÁTICA DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES QUE LLEVA LA FIRMA DEL ARQUITECTO CLORINDO TESTA.
DE LUNES A SÁBADOS A LAS CUATRO DE LA TARDE HAY VISITAS GUIADAS QUE PARTEN DEL HALL DE ACCESO. LA ACTIVIDAD, TANTO COMO LAS EXPOSICIONES TEMPORALES EN LA PLANTA BAJA, SON GRATUITAS PRESENTANDO DNI EN EL INGRESO.
Los arquitectos Francisco Bullrich, Alicia Cazzaniga y Clorindo Testa son sus autores. Generalmente Testa era responsable del concepto y el diseño general y sus colaboradores lidiaban con los detalles específicos. Así que el edificio es conocido como el ars magna del arquitecto italiano fallecido en 2013. El lote son tres hectáreas ubicadas entre las avenidas del Libertador y Las Heras donde había estado el Palacio Unzué, la Residencia Presidencial de Perón demolida después del golpe del 55. “Aquí vivió y murió quien en vida fuera la abanderada de los humildes, compañera Eva Perón”, reza la placa de la entrada que los turistas fotografían una y otra vez.
Ubicada en el quinto piso, es el ámbito de acceso al fondo general de libros, integrado por más de 900.000 piezas. Cuenta con 400 puestos y funciona de lunes a viernes de 7 a 24.
Testa decía siempre que lo más interesante de este proyecto era el espacio con ese desnivel que hoy ofrece una vista singular desde la Avenida del Libertador: el imponente volumen posándose sobre los árboles como un símbolo, un ícono. Pero el terreno llevaba miles de años guardándole otra señal. Depósitos expandibles y el respeto del espacio público dejando zonas abiertas eran dos de las bases más importantes del concurso. Entonces Clorindo Testa tomó el esquema tradicional con salas de lectura abajo y depósitos arriba, y lo invirtió haciendo una biblioteca patas para arriba. Así dejó abierta la vista entre Austria y Agüero y le dio a las salas de lectura el fabuloso marco del Río de la Plata. La idea tomó la forma de un mastodonte con cuatro patas de hormigón que contienen las escaleras y sostienen el cuerpo. En términos de estilo puede alinearse a la corriente del brutalismo, un extremo del movimiento moderno que en la década del 60 (cuando se hizo el concurso) estaba en pleno auge, con la figura del suizo Le Corbusier a la cabeza. Se caracteriza por sus formas geométricas voluminosas y por dejar a la vista los materiales estructurales, especialmente el hormigón (el término viene del francés beton brut: hormigón crudo), pero también acero, vidrio y ladrillo.
Está en el subsuelo y se comunica con su sala de lectura por medio de montalibros y escaleras internas.
La piedra fundacional de la construcción fue colocada en 1971 y durante la excavación, apenas a tres metros de profundidad, debajo de un gomero, apareció un gliptodonte. La máquina cortó y quedó un semicírculo de un metro cincuenta de diámetro, la caparazón partida al medio. “Ese gliptodonte había estado ahí debajo del árbol hasta que vino otro gliptodonte y lo reemplazó”, explicaba Clorindo, convencido de que su inconsciente y el de Bullrich y Cazzaniga ya había descubierto a ese enorme armadillo prehistórico y lo estaban replicando con su diseño.
Destinada a investigadores, está en el piso 3 y cuenta con 40 puestos, consulta digital, lectoras de microfilmes y acceso al catálogo. El tesoro incluye documentos antiguos, incunables y colecciones especiales de autores como Cortázar y Borges.