Bodega Carmelo Patti: desde su garage hacia el mundo

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Llegado a Mendoza proveniente de Italia cuando apenas tenía un año, Carmelo Patti es un pionero de los vinos de autor que supo trasladar su esencia a ejemplares que hoy se exportan a diversas partes del mundo. Conocé la historia de un enólogo de pura cepa, que hasta se encarga de recibir a los visitantes y realizar las degustaciones.


Mendoza es sinónimo de buen vino. Luján de Cuyo, de calidad. Y la bodega Carmelo Patti, de excelencia. Llegado, como tantos otros, en barco desde su Italia natal cuando apenas daba sus primeros pasos (literalmente tenía un año de edad), Carmelo Patti también es un fruto auténtico de las tierras mendocinas que supo forjar una identidad propia, como sus vinos que hoy se exportan a todo el mundo.

Pero para que la bodega que hoy lleva su nombre sea una realidad, antes tuvo que haber un sueño. Como también trabajo, dedicación y aprendizaje. Fue su padre quien le enseñó el oficio cuando todavía era un adolescente, y esa la pasión lo marcaría a fuego. Trabajó durante varios años en cosechas, se recibió de enólogo y fue haciéndose lugar en diferentes bodegas, siempre con un espíritu autodidacta muy marcado. Hasta que en 1982 llegó su gran oportunidad…

Sabor con nombre propio

Con un currículum bastante extenso, finalmente la posibilidad de hacer vinos que llevasen su nombre e impronta era concreta. Así fue como con sus propias manos participó de la plantación de estacas y barbechos para que los primeros lotes de Malbec y Cabernet Sauvignon asomen en el Perdriel. La cosecha de 1989 marcó su inicio formal en la elaboración de vinos, con 7.500 botellas. ¿El resultado? La Medalla de Oro en el Challenge Mundial de Vinos de Francia habla por sí sola.

Pero tal galardón no fue producto de la casualidad ni debe adjudicarse a la suerte de principiante: Patti es pionero de los vinos de autor. Gracias a las técnicas clásicas de vinificación e interviniendo lo menos posible, el proceso de producción es natural y con el mínimo agregado de sulfitos. Su filosofía es clara: grandes vinos en pequeñas partidas para así preservar lo más valioso, el respeto por sus consumidores. 

Del garage de su casa hacia el resto del mundo

En 1998, Carmelo adquirió su propia bodega, que junto a su garage, pasaron a ser las usinas desde donde nacen los vinos, los cuales no solo llegaron a las mesas mendocinas y del resto del país, sino que trascendieron las fronteras internacionales. 

Con exponentes premium de Malbec, Cabernet Sauvignon y Assemblage (47% Cabernet Sauvignon, 25% Malbec, 20% Merlot y 8% Cabernet Franc), la bodega hoy cuenta con una producción de casi 60 mil botellas. Estos vinos de guarda son el sello distintivo de la casa, con añadas de más de 5 años de antigüedad, con paso por barricas de roble y una paciente crianza en botella. 

Sentirse como en casa

Carmelo reconoce con su imborrable sonrisa que de la mañana a la noche piensa en vinos: es su gran pasión. De hecho, solo cuenta con un empleado, el resto de las personas que trabajan allí son parte de su familia. La bodega realmente es su casa y por eso es habitual que sea él mismo quien encabece la degustación y revele tips para disfrutar una buena copa de Malbec. Un detalle no menor: la visita es gratuita, y puede realizarse de lunes a sábados, entre las 11 y 13 horas, y entra las 15 y 17. 

“Cuando recibimos gente, no existe obligación de comprar nada. Si aprenden, yo me quedo contento, porque las personas vuelven por lo que prueban y por lo que les enseñé. Eso para mí no tiene precio”, afirma Carmelo, cuyos vinos no solo llevan su nombre, sino también su esencia más pura.

Fotos: Bodega Carmelo Patti

Por Christian Ali Bravo.