A orillas del río Uruguay descansa un pueblo con herencia inglesa que antaño vivió una época dorada gracias a la industria cárnica. De la mano del turismo supo reinventarse e invita a conocer una reserva natural que nada tiene que envidiarle al paraíso caribeño.
Justus Von Liebig es un hombre clave en la historia de un pueblo que lleva su apellido: es que sin él, nada de lo que contaremos a continuación hubiera sido posible…
La empresa inglesa Liebig´s Extract of Meat Company Ltd, conocida como LEMCO, eligió su nombre en honor al mencionado Justus, quien creó la fórmula para la elaboración del extracto de carne. En 1903, LEMCO adquirió un saladero, ubicado en el Departamento de Colón, Entre Ríos, para construir una fábrica dedicada a la producción de coorned beef (carne de ternera tratada en salmuera y vinagre) y del extracto de carne.
Un coqueto pueblo “inglés”
Como siempre, la necesidad es la madre de todas las ideas. Y en este caso, LEMCO necesitaba tener a sus operarios cerca de la fábrica, lo que motivó la creación de un pueblo, con innegables reminiscencias a la arquitectura inglesa del siglo XIX.
La particularidad era que el incipiente pueblo estaba separado literalmente por “La manga”, creada para que el ganado pudiera ingresar a la fábrica directo desde la estación del tren. De un lado se encontraban las casas de los obreros, mientras que el otro estaba reservado para los chalets de las personas con jerarquía más alta dentro de la empresa.
Por 70 años, la industria cárnica dio sustento al pueblo, que hasta se lo denominó como “La cocina más grande del mundo”. De hecho, hasta 1975 fue un reducto privado perteneciente a la empresa, y su nombre era Fricosa (por el Frigorífico Colón Sociedad Anónima). Pero ese año la empresa se retiró, y el estado provincial se hizo cargo cambiando su nombre por el actual.
Hoy, Pueblo Liebig conserva casi el 90% del casco histórico original, con el pintoresco estilo inglés en cada una de las construcciones, y hasta permite recorrer las antiguas fábricas que por muchos años traccionaron su economía.
El turismo y playas caribeñas, las claves para reinventarse
Una vez que el último frigorífico cerró, Liebig se vio obligado a reinventarse para no quedar en el ostracismo. Y lo hizo de una manera literalmente natural, porque fue gracias a las bondades que le otorga la vera del río Uruguay que logró resurgir de la mano del turismo.
Aquí es necesario destacar uno de sus principales atractivos: los bancos del Caraballo, reserva natural ubicada a 8 kilómetros, que alberga los bancos de arena más extensos del río Uruguay. Su encanto e inmensidad le valieron un reconocimiento irresistible: “el caribe entrerriano”.
Muchas de las postales o panorámicas que ofrece este paraíso entrerriano no tienen nada que envidiarle a las renombradas playas del caribe. Arenas infinitas que al atardecer se tiñen, según los caprichos del sol, de tonalidades rosas, violetas y naranjas…
Por otro lado, dado que es el lugar elegido por diversas aves migratorias para poner sus huevos en la arena (algunas llegan desde Norteamérica), y hábitat natural de patos, garzas, chimangos y rayadores, es una muy buena opción para realizar safaris fotográficos o simplemente relajarse para disfrutar de la naturaleza en su máxima expresión.
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