Hace los MEJORES bombos legüeros del MUNDO y está en SANTIAGO del ESTERO: la historia del INDIO FROILÁN, el hombre que lleva el ritmo en el corazón

Share

Hablar de Santiago del Estero es hablar de tradición, de folclore y de bombos. En la capital de Santiago hay un lugar que convoca a los lugareños y a turistas de todo el mundo: el Patio del Indio Froilán. Y allí, el alma máter del lugar: el Indio Froilán, el icónico hacedor de bombos legüeros.


Cada fin de semana, José Froilán González, conocido simplemente como el “Indio”, recibe a los visitantes para disfrutar de la música y las tradiciones del lugar. En su icónico patio de tierra se lo puede ver sentado bajo un árbol haciendo bombos, un oficio que aprendió desde muy chico. 

“Cuando tenía 11 años fui a pescar con mi papá (Ramón) y mi hermano Miguel y en el río encontramos un tronco de ceibo”, recuerda el luthier. “Lo sacamos del río y lo comenzamos a rodar hasta nuestra casa. La idea era llevárselo a mi tío, el hacedor de bombos de la familia, pero cuando llegamos a casa mi padre cambió de parecer y nos pusimos a fabricar nosotros mismos un bombo”. En esa experiencia, descubrió la pasión por este oficio. 

Pasaron más de 60 años y Froilán lleva fabricados innumerables bombos a medida, incluso a artistas consagrados como Gustavo Santaolalla, Lila Downs, Rubén Blades, Mercedes Sosa, Abel Pintos, Shakira, León Gieco, Luciano Pereyra, Chayanne, y grupos como Divididos, Catupecu Machu, Los Piojos, No Te Va Gustar, hasta el Cirque du Soleil. “Cada bombo es un diseño único. Son para uso profesional y los hago a pedido”, dice el artesano, quien ya no recuerda la cantidad de bombos que ha fabricado en el transcurso de todos estos años. 

Dice el Indio que el bombo lleva el “ritmo del corazón”, aunque sus orígenes no están ligados a la música. “Era una herramienta de comunicación entre las familias del monte, para avisar de fiestas, carneadas, velorios”, revela. Luego, con el tiempo, se incorpora a la música. “Además, es el elemento más cercano a nuestros pueblos originarios, y puede ser utilizado desde un niño de un año a un adulto mayor”, agrega. 

¿Cómo los hace? Elige un tronco de ceibo (flor nacional), un árbol –de 5 variedades– que crece en Santiago del Estero. “El ceibo es la única madera que tiene acústica propia, ya que su porosidad invisible hace que mantenga el eco del sonido”, explica Froilán y subraya: “El árbol tiene que superar los 30 años para que sea una madera firme y pueda ser una buena caja sonora”. De un árbol, salen 18 bombos.

Para el aro y los palillos se utiliza quebracho blanco; en las extremidades, cuero. Y revela otro secreto: “El cuero de pelo largo va arriba y es el que logra los sonidos graves; abajo va el de pelo corto, para los sonidos agudos”. 

Para finalizar, Froilán deja su huella con diversas técnicas de grabado en los bombos.

El Patio de Froilán 

Un patio de tierra con frondosa arboleda es lugar de encuentro de santiagueños y viajeros. Acá nació y se crio el Indio, en el barrio Boca de Tigre de la capital santiagueña. Siempre fue un lugar de reunión familiar. 

Pero los domingos el patio se convierte en un lugar especial. Junto a su pareja Teresa Castronuovo recibe a cientos de personas con ganas de compartir la música, la danza y las artesanías de Santiago. Puertas abiertas, baile, canto, artesanías y aroma a comida criolla: empanadas, tortillas, cabritos, humita, locro. Quizás tengas suerte y veas a Peteco Carabajal en el escenario, un asiduo del lugar. 

“Caminamos a la par, Froilán hace bombos y yo me encargo de la gestión de El Patio, para que nada falte”, dice Tere. “Nos une el luchar y resistir para que la cultura santiagueña no se pierda”, explica. Este es un proyecto de economía social, que alberga más de 40 familias entre artesanos y músicos, y punto de encuentro de la masiva Marcha de los Bombos que se realiza todos los años, en julio.

Referente indiscutido de la música popular, el Indio es además un gran transmisor de sabiduría. Sin pensarlo, está alimentando su legado: “He formado a familiares y a todos los que se acercaron con la inquietud de aprender. Entrego todo lo que sé”.

Por Silvina Baldino