EXORCIZAR LOS MALES A TRAVÉS DEL FUEGO ES UN IMPULSO MILENARIO. LA COMUNIDAD VALENCIANA SUPO ENCAUZAR CIVILIZADAMENTE ESA TRADICIÓN ATÁVICA CON LA FALLA, UN EVENTO ANUAL QUE CADA AÑO CONVOCA A MÁS GENTE Y GRACIAS A LA INMIGRACIÓN, TIENE SU VERSIÓN LOCAL EN LA FELIZ.
La falla (‘antorcha’ en valenciano) es básicamente una escultura de grandes proporciones que simboliza los hechos negativos del año y que se quema en el cenit de la celebración, para dar lugar a un nuevo comienzo. En Mar del Plata, la falla tiene casi tanta historia como la ciudad, y este año cumple 66 ediciones quemando malos recuerdos.
Pero la fiesta también ofrece la posibilidad de probar los platos típicos valencianos y sus propuestas más famosas: la paella y los buñuelos. “¿Cómo hago para llegar a fin de mes?”, nos interpelaba un inmenso ciudadano en la falla del 2019, acosado por carteles que decían “Luz”, “Farmacia”, “Comida”, “Gas” y sobre él un hombre trajeado, sin rostro, que exigía “Vótenme a mí”. La crítica a la clase política es una de las características de la edición marplatense.
La celebración se desarrollará este año a lo largo de marzo con la designación del maestro fallero, el festival artístico en el Teatro Colón local, el concurso de paellas y, sobre el final del mes, la tradicional cremá del monumento, cuya temática se mantiene en estricta reserva hasta que se emplaza en la Plaza Colón, frente a la rambla.
Las fallas, como las conocemos hoy, nacieron en Valencia a mediados del siglo XIX, en honor a San José, patrono de los carpinteros, y sobre una vieja costumbre de los artesanos valencianos de la madera de quemar a fin de año los recortes y rezagos inútiles. Con el tiempo, esa fiesta regional fue tomando vuelo en todo Valencia, pero también en aquellos lugares en los que se habían radicado valencianos. En Mar del Plata, los valencianos empezaron a organizar su falla en 1954, sobre el fin de la temporada turística, y cada vez con más público y eventos.
Con el tiempo, a la cremá se sumaron los desfiles con trajes típicos, los eventos artísticos, el desfile de la Guardia del Mar, las visitas de autoridades políticas y las misas, ya que es una celebración muy vinculada a la fe católica. Todo esto es, sin embargo, un tentempié para llegar al plato fuerte, que es la inmensa hoguera de madera y cartapesta, o papel pegado, que arde frente al mar.
Por su parte, los maestros falleros fueron incorporando otros aditamentos al show, como detonaciones, fuegos artificiales y mechas que recorren muchos metros con chispas y colores. Mientras se espera el momento cúlmine, los valencianos y sus descendientes arman un gran local en la plaza para atender comensales en una larga franja horaria, que suele ir de las 15 a las 23 todos los días, incluso con horario ampliado los fines de semana.
Sobre la paella no hay mucho para decir: arroz, pollo (o conejo), azafrán, pimentón, y a disfrutarla. En cambio, los buñuelos son un tesoro todavía por explorar. “Son como la tortafrita, pero a la española”, definen sus cultores. Se trata de una masa compuesta por zapallo, harina, levadura y agua, de color amarillo encendido, que se amasa en rosca, se fríe y se espolvorea con azúcar. Sencillo y delicioso. “El sabor de la falla”, como dicen los valencianos.