Es un tesoro escondido en la provincia de Buenos Aires. En la Laguna del Monte, la extensa Isla Sistina alberga una historia tan rica como mística, que cruza condesas, pueblos originarios, batallas y amantes de la naturaleza.
Un gran living comedor de amplios ventanales se abre paso entre la piscina y el parque del lodge Isla Sistina, el alma de la isla. Aquí, la luz natural es la protagonista de un espacio tan cálido como acogedor. Esta estancia, que comprende dos plantas completas, posee ocho habitaciones de las cuáles cuatro de ellas están en la planta baja y, las cuatro restantes, en la planta alta.
Las mismas, fueron bautizadas con un nombre particular en referencia al hábitat e historia del sitio: “Las Maras”, son los animales nativos y se las encuentran en toda la isla, incluso en el jardín; “Los Flamencos”, el ave más pintoresca del lugar; “El Algarrobo”, árboles sagrados para los pueblos originarios, a unos 200 metros del lodge se encuentra el último ejemplar; “Aguas Bravas”, era el nombre original que tenía la laguna en los días fuertes de viento; “Pepi’s”, es una de las perdices chukar que habitan muy próximas a las instalaciones e interactúan con los turistas de manera muy amistosa; “Condesa Ena”, fue la mentora y responsable de la construcción del lodge y durante la época en que ella era la dueña del lugar ocupaba esta habitación; y, por último, “Sassin Indio”, el antílope de la India, cabra de Besoar o BlackBuck, un ícono de la estancia.
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La historia
La historia cuenta que el nombre de la Isla en realidad era Isla Grande de la Laguna del Monte. Se llamaba así en contraposición a la Isla Chica, que en algunos momentos de crecidas de la laguna casi desaparece. La leyenda cuenta fue habitada hace más de 3 mil años. Los pueblos originarios le daban un valor muy importante y en especial a un árbol, en el cual colgaban huesos que eran utilizados por el chaman para rituales sanadores, entre otras cosas.
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Sin embargo, una vez que terminó la campaña al desierto, el legado cultural de los originarios se perdió. La Provincia de Buenos Aires se amplió (quedando la isla dentro de este territorio) y luego hubo diferentes dueños y ocupantes.
Entre 1981 y 1984, el terreno fue adquirido por una condesa austríaca, viuda y enamorada de la Argentina, llamada Ena Wenckheim. Allí fue que su nombre cambió y se rebautizó como isla Sistina, debido a la región romana de donde era originaria. No mucho más se conoce de ella, lo cierto es que hay un sinfín de relatos que rodean el espacio, entre ellos que, luego de contraer malaria en un safari por África, la humedad del ambiente la decidió a buscar otros aires, y así vendió la estancia, en 1995.
Qué hacer
Además del descanso y la tranquilidad que ofrece la isla, se pueden realizar diferentes actividades que permiten al huésped disfrutar al máximo su estadía. Paseos en lancha, recorridos en kayak, esquí acuático, wakeboard, kitesurf y caminatas, son tan sólo algunas de las actividades que se pueden hacer aquí. Una de las más populares es el safari fotográfico puesto que los apasionados por captar la flora y la fauna tienen grandes atracciones en el diverso ecosistema: cuentan con una considerable variedad de especies vegetales, aves y mamíferos como flamencos, faisanes, patos, pavos reales, ciervos, antílopes, guanacos, liebres, vizcachas y maras.
Un lugar con atardeceres mágicos a la orilla de la laguna con una historia enigmática que invita a disfrutar de una experiencia única y transformadora, en pleno contacto con la naturaleza.
Dónde y cómo llegar
Estancia La Sistina se encuentra en Laguna del Monte, en la localidad de Guaminí, al sudoeste de la Provincia de Buenos Aires, aproximadamente a unos 480 km de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 190 km de Bahía Blanca y 70 km de Coronel Suárez. Se puede acceder a la isla por agua, mediante un pequeño y pintoresco viaje en lancha que demora apenas diez minutos, y también por aire, ya que esta cuenta con una pista de aterrizaje de 1200 m.
Fotos: Lodge Isla Sistina