Autor: Richard Lingua
Cuando llegás a Puerto Varas, después de haber recorrido el escenográfico camino que transcurre entre los lagos partiendo desde La Angostura, descubrís una Patagonia bien diferente de la que has dejado atrás.
La Patagonia chilena es, a esa altura, de una belleza más árida y dramática, diría un poco nórdica. La ciudad bellísima se recuesta sobre el Lago Llanquihue. La costa del Lago tiene vistas fantasticas y es muy placentero caminarla. Enfrente, nada menos que la imponencia del Volcán Osorno.
La naturaleza de estas tierras es bien contrastante con la verde y lacustre vecina argentina, cuya geografía recuerda más bien a Suiza. Pero también la arquitectura es definitivamente diferente. La ciudad es pequeña y perfecta, y está coronada por la Catedral de madera que preside una loma, y parece sacada de un cuento, marfil con su torre y sus techos rojos.
Hay en especial un aspecto de la arquitectura de Varas que me sorprendió y me llevó a buscar información para recorrer la ruta correspondiente: la riqueza en arquitectura Bauhaus. El propio hotel, sólido, amplio y elegantísimo en que me alojaba había sido el antiguo Hospital de la zona, y legítima construcción Bauhaus, diseñada por los maestros escapados de la Alemania nazi.
Los baushauslers, así llamados los artistas y arquitectos que siguieron los designios de Gropius, con la filosofía de democratizar la belleza de las líneas puras, dejó como legado aquí construcciones brillantes y asombrosas como el Edificio Banco del Estado, el Edificio de Servicios Públicos, la Casa Walker (Martínez 642), el Edificio Consistorial de la Municipalidad y el Edificio Comercial y de Oficinas de San Juan. Todos de una estética impecable, un sendero de construcciones inmaculadas que entre los años 30 y 70 del siglo pasado dibujaron un poco de la Alemania febril en el medio del desierto.