BODEGA ARÁOZ DE LAMADRID
Desde el deck de la Bodega Aráoz de Lamadrid, la vista parece salida de un cuento: los rayos de sol iluminan los viñedos y las flores de loto flotan sobre el agua cristalina. Con el Cerro Champaquí de fondo, desde el Valle de Traslasierra, este adorable rincón cordobés conjuga la tranquilidad de las sierras con el turismo enológico. Y une su propuesta de naturaleza y arte a los caminos del vino en la provincia. “Córdoba se está iniciando en este recorrido. Hace apenas un año y medio formamos la primera cámara vitivinícola. Hoy ya tenemos 18 bodegas en total y somos tres en San Javier”, explica Sergio Gregorio Aráoz de Lamadrid, uno de los impulsores de Finca El Tala. Este proyecto, que tiene como eje central la producción de vino, también incluye una hostería y un jardín botánico con más de cuatro mil cactáceas. Lo cierto es que esta zona tuvo un pasado antiguo de viñas. Entre 1870 y 1980, el terreno plantado en Córdoba era de 500 hectáreas. “El problema fue que la vitis que se usaba acá era americana, algo así como una uva criolla. Y en los años 70 se dictó una ley nacional que sólo permitió producir vino con vitis vinífera. En ese momento, se levantó la cosecha y la producción llegó a su fin”, comenta el emprendedor. Pero además, el cierre de las redes ferroviarias de Villa Dolores marcó otro punto de inflexión. “Hace un tiempo estamos retomando esta industria con mucho trabajo de investigación. Cuando llegamos acá con Ana (Jordan), mi pareja, plantamos un montón de cepas y analizamos cuál crecía mejor. Hoy producimos ocho en total: siete tintas, Malbec, Syrah, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Tannat, Petit Verdot y Ancellotta; y una blanca, Chardonnay”.
Sin embargo, hay otras dos bodegas que pretenden desestacionalizar el turismo local y ofrecer actividades durante todo el año. Noble de San Javier fue el primer proyecto vitivinícola que apostó por la zona. “Elegimos estas tierras por sus características: su altura –900 msnm–, su clima, su suelo virgen, la ausencia de cultivos aledaños y su biodiversidad intacta nos permiten elaborar un vino sano y muy frutado”, explica la familia Jascalevich, quien lleva adelante esta tarea desde 2001. El panorama actual: una producción de 16 mil botellas al año y siete etiquetas distintas.
LA MATILDE – SAN JAVIER
LAS JARILLAS