Turismo Cultural – El asombroso legado jesuita

Foto: cordobaturismo.gov.ar.

Share

Por Camila Gómez. 

Los paisajes y la arquitectura cordobesa guardan y mantienen viva la historia de una de las órdenes católicas más importantes de nuestro país.


Córdoba es el hogar de cinco estancias jesuíticas que invitan a descubrir el patrimonio cultural de los ancestros que habitaron la región hace 400 años. Estas construcciones relatan el surgimiento de la Compañía de Jesús, creada en 1540 por el papa Paulo III.

Los integrantes de la comunidad que habitaban la zona que hoy se conoce como la Manzana Jesuítica en la ciudad de Córdoba, crearon la Iglesia de la Compañía, el Colegio Máximo y el Convictorio, donde actualmente funcionan la Universidad Nacional de Córdoba y el Colegio Nacional de Monserrat. 

Sin embargo, para que la misión diera frutos, necesitaban generar sus propios recursos. Fue de esta forma que, entre 1599 -año de la llegada de los Jesuitas a Córdoba- y 1767 -cuando se produce la expulsión de la orden por el rey Carlos III de España-  establecieron un sistema sociocultural único en América.

Las estancias tuvieron un rol fundamental dentro del organismo, ya que surgieron para sustentar económicamente su obra evangelizadora: eran establecimientos agropecuarios diseñados y administrados por los Padres de la congregación. 

Dichos complejos comenzaron a construirse en 1615 y fueron abandonados por la colectividad tras la pragmática sanción que provocó su desalojo. Ante ello, la administración quedó en manos de los franciscanos, hasta 1853 que los fundadores regresaron al continente. 

Foto: cordobaturismo.gov.ar.

Los jesuitas dejaron una huella inconfundible en la provincia de las sierras. El legado de la orden quedó marcado para siempre en el corazón de los ciudadanos debido a la gran cantidad de construcciones que levantaron. 

En Córdoba se encuentran: la Colonia Caroya (1616), Jesús María (1618), Santa Catalina (1622), Alta Gracia (1643), La Candelaria (1678), San Ignacio (1725) y la Manzana Jesuítica. Todas fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad en el año 2000 por la UNESCO, con el objetivo de darles el valor histórico que representan. 

Alrededor de cada estancia los turistas pueden visitar una gran variedad de puestos que eran utilizados como corrales para el ganado, como huertas, para campos de cultivo y como centros de trabajo para la carpintería y panadería, entre otros. Sin embargo, lo que más se destaca en cada recinto son las Iglesias. 

Estancia de Santa Catalina

Fue construida en 1622 y es el mayor conjunto arquitectónico edificado por fuera de la ciudad de Córdoba, se encuentra ubicada en Ascochinga. Con la guía de un profesional es posible visitarla y descubrir el diseño propio de los siglos XVII y XVIII. 

Dentro del predio se aprecia la Iglesia monumental, donde se trasluce la influencia del barroco centroeuropeo. Junto a ella hay disponible un pequeño cementerio y la residencia principal con tres patios, locales anexos y una huerta. Un poco más alejado está el noviciado, la ranchería, el sistema hidráulico y restos de hornos.

Foto: cordobaturismo.gov.ar.

Estancia Alta Gracia

A sólo 38 kilómetros de la capital se encuentra esta construcción que data del año 1643. Visitarla es un viaje a través del tiempo y la historia. En el acceso, lo que más llama la atención es su jardín principal, que cuenta con una escalinata elegante, un patio de trabajo, las ruinas del molino y el antiguo horno.

La iglesia -con arquitectura barroco-italiano característica de la época- en la actualidad funciona como la parroquia de la localidad. A su lado, hay una residencia construida en L donde opera el Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers. Allí los visitantes se encuentran con una importante colección de objetos provenientes de los siglos XVII, XVIII y XIX. 

Foto: cordobaturismo.gov.ar.

Estancia Caroya

A 50 kilómetros de la ciudad principal se construyó el primer establecimiento rural organizado por la Compañía de Jesús, en el año 1616. A la hora de visitarlo, los viajeros conocerán sus tres etapas históricas: en un primer momento fue destinado a sostener las actividades educativas. Pero cuando los jesuitas fueron expulsados se convirtió en sede de la primera fábrica de armas blancas establecida durante la Guerra de la Independencia. Por último, pasó a manos del Estado Nacional y se transformó en la residencia de los fundadores de Colonia Caroya.

La estancia conserva la estructura colonial y arquitectura residencial. Su interior está compuesto por un patio central en claustro y la Capilla. Además, cuenta con un perchel, el tajamar, restos del molino y una quinta. 

Foto: cordobaturismo.gov.ar.

Estancia de La Candelaria

El establecimiento -organizado por la Compañía de Jesús a partir de 1683- se destacó como centro rural ganadero. Es un atractivo imperdible para conocer el noroeste de la provincia.

Inmersa en un entorno natural, comprende la capilla, la residencia del padre estanciero, las ruinas de la ranchería, el obraje, los corrales y los restos del sistema hidráulico. Todo está organizado en torno a un patio central rectangular, el cual conserva la iglesia con la imagen tallada en madera de la Virgen de las Candelas.

Foto: cordobaturismo.gov.ar.

Estancia de Jesús María

La edificación fue erigida en 1618 y estaba destinada a la producción vitivinícola. Actualmente es el Museo Jesuítico Nacional y se encuentra a solo 4 kilómetros de la Estancia de La Caroya, donde podrán descubrir la iglesia, la residencia, la bodega, los restos de antiguos molinos, perchel y tajamar.

Por otro lado, dentro de la casa que habitaban los jesuitas, se atesoran objetos religiosos y una colección arqueológica de divinidades precolombinas. Mientras que en el museo se exhibe una muestra permanente de objetos provenientes de los siglos XVII y XVIII.

Foto: cordobaturismo.gov.ar.