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Top 5 – Pueblos fantasma de Argentina

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Foto: welcomeargentina.com

Por Gimena Bugallo.


Eduardo Galeano compartió en su colección de textos de El Libro de los abrazos el significado de la palabra “recordar”. Nos contaba que la misma venía del latín “re-cordis”, es decir, volver a pasar por el corazón. ¿Y cuántas veces traemos a nuestra mente un lugar al que pertenecimos? ¿Qué significado emotivo tiene para nosotros un espacio que alguna vez elegimos? Somos nuestro suelo, somos la tierra que habitamos. Somos el territorio que -alguna vez y hoy también- compartimos.

Estos sitios al que se los cataloga como fantasmales, que están deshabitados, algunos inhóspitos y hasta derruidos por el tiempo, supieron ser albergues de la calidez de un hogar. Para las almas nostálgicas, que gustan contemplar y recorrer lo que alguna vez fue, les regalo estos destinos arrasados por la naturaleza u olvidados por el hombre, pero que hoy vuelven a nosotros, para invitarnos a darles una identidad, brindándoles luz y permitiéndoles –desde las palabras–, volver a ser. O quizás, como diría Galeano, volver a pasar por el corazón.

San Mauricio, Buenos Aires

La historia cuenta que dos hermanos italianos, Mauricio y Jacinto Duva, llegaron a este lugar directamente desde Monte Murro, ubicado en la provincia de Potenza, alrededor de 1883. Quiso el destino que uno de sus carros se quedase atascado en este espacio para que se instalasen. Plantaron un roble que traían desde su vieja aldea italiana, se encomendaron a su santo y comenzaron la tarea de fundar un pueblo. San Mauricio queda a 21 kilómetros de América, en el partido de Rivadavia, pegado a la frontera con La Pampa. Para llegar, uno debía tomar la Ruta 70 y, luego, un camino de tierra hasta una plaza, entre aromas de rosales y fresnos. Durante el inicio de la primavera de 2001, una lluvia de alrededor de 300 milímetros inundó todo el espacio. Cuando el agua se fue, la mayor parte de sus habitantes ya no estaban y sabemos hoy, que nunca volverían. De la capilla de 1893 sólo queda la fachada; al igual que la casa del fundador y diferentes espacios que se han convertido en un destino elegido para los que gustan de la fotografía y los grandes enigmas de nuestra historia. Hay quienes afirman que, aún hoy y pese a la catástrofe, los aromas de aquellos tiempos, permanecen intactos en el aire.

Foto: noqueremosinundarnos.blogspot.com

Berretta, Santa Fe

Un pueblo que alguna vez fue y está intentando regresar. A este lugar del departamento de Iriondo, a 75 kilómetros de Rosario, se accede a través de un camino de tierra que arranca cuando se corta el asfalto de la bajada de la autopista. Un pueblo casi fantasmal, que tiene una cancha de fútbol, una escuela primaria y muy pocos habitantes. Debe su nombre a Sebastián Berretta, un ingeniero civil que hacia mediados de la década de 1880 se dedicó a la construcción de distintos ramales del Ferrocarril Oeste y de la línea que unía la ciudad de La Plata con Magdalena. El pueblo se fundó en 1925 por iniciativa de María Luisa Correa, quien fuera propietaria de esas tierras. El tren de pasajeros dejó de funcionar a finales de los años 70, mientras que los trenes de carga siguieron circulando hasta la década de 1990. Esto hizo que el acceso sea muy complicado y muchos abandonaran la posibilidad de estar aquí o visitarlo. Hoy en día todo es pasto, las casas tienen hasta tres o cuatro cuadras de distancia entre sí y contemplando el paisaje pueden verse restos de construcciones antiguas, como una edificación que perteneció al correo y otra a la comisaría.

Foto: mapio.net

Villa Epecuén, Buenos Aires

Corría el año 1985 cuando el destino de este pueblo, ubicado en el partido de Adolfo Alsina, cambió para siempre. Y es que este lugar, que supo competir con imperios turísticos como Mar del Plata, recibía un sinfín de invitados que vagaban felices entre balnearios, hoteles y comercios. Su laguna era un atractivo de élite debido a su altísima concentración de minerales, y donde personalidades reconocidas del espectáculo local la tomaban como una opción para el ocio, como Roberto Sánchez y Mirtha Legrand. Lo cierto es que una tormenta de noviembre provocó una crecida del lago e inundó el sitio, obligando a evacuar a toda la población. Un mes después no quedaba más nadie, alrededor de 1.500 habitantes tuvieron que abandonarlo todo. Hoy en día, al haber descendido los niveles de agua, podemos contemplar las ruinas de la ciudad, convirtiéndose en un atractivo turístico para recorrer en profundidad.

Foto: Andres Zorko

La Casualidad, Salta

En plena puna se abre paso este pueblo que vivió de la minería y el ferrocarril durante unos treinta años. Fundado en 1951 y habitado por peones e ingenieros, este icónico ex campamento de la mina azufrera hoy no es más que lugar sin habitantes. Aquí se procesaba el azufre que se extraía de un cerro limítrofe con Chile, donde estaba la bocamina La Julia y funcionaba un pequeño hotel, una confitería, una escuela, una iglesia, un cine y un teatro, entre otras cosas. Lo cierto es que la mina fue cerrada el 22 de noviembre de 1979 por un decreto de José Alfredo Martínez de Hoz, en plena dictadura. Fue así que se desmanteló todo por completo, y, en consecuencia, el pueblo fue abandonado. La visita a estas tierras invita a la reflexión, a recordar y honrar a los trabajadores de la planta que alguna vez fue la más importante de nuestro país. También es una recorrida por los restos de un espacio que fue saqueado e invadido vilmente por años.

Foto: seraventura.com.ar

Pueblo Escondido, San Luis

Una mina olvidada convertida en un centro turístico para los aficionados del trekking. En el Cerro Áspero, a unos 25 kilómetros de Villa de Merlo, en el límite con Córdoba, se encuentra este antiguo asentamiento plagado de estructuras. Desde finales del siglo XIX y hasta 1969, funcionó esta mina ubicada en el corazón de las sierras que se vio obligada a cerrar por la baja del precio del tungsteno a nivel internacional, un material que soporta altas temperaturas y se utilizaba con fines bélicos, ya que estaba asociado a las herramientas más sofisticadas para las guerras. Aquí solía haber instalaciones de molienda, un hospital y viviendas que quedaron abandonadas hasta que en 1995, varias de las instalaciones fueron restauradas para fomentar el turismo aventura, rodeado de impactantes quebradas de las Sierras Comechingón. Un refugio de montaña lleno de misterio que mantiene el espíritu de sus años dorados y hoy cuenta con comedor, habitaciones privadas, zonas de acampe y servicio gastronómico para los turistas.

Foto: cordobaturismo.gov.ar
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