Barrancas de EMPEDRADO: el balcón del PARANÁ
Compartir
Las Barrancas de Empedrado son un tesoro escondido de la provincia de Corrientes. Esta maravilla natural descansa en un lugar cargado de historia, y regala una vista privilegiada del río y actividades para todos los gustos.
Felipe Olivera es un nombre clave en esta historia, la de la ciudad correntina de Empedrado. Se extinguía el siglo XVIII cuando Felipe, que peregrinaba hacia el Santuario de Nuestra Señora de Itatí para cumplir una promesa, se sintió agotado por el camino recorrido y decidió tomar un descanso bajo la copa de un árbol. Quiso el destino que allí, de manera fortuita, hallara colgado un crucifijo de madera, el cual desató de las ramas y lo hizo bendecir para luego levantar una humilde capilla en su hogar. La fe hizo que mucha gente tomara la aparición del crucifijo como un milagro y decidiera asentarse alrededor de la capilla, buscando su protección y amparo. A tal punto que esa región se fue poblando cada vez más…
El camino allanado
Eso sí: había una gran complicación en el terreno donde se ubicaba la capilla. Su cercanía al arroyo hacía que en los días de lluvia el acceso se dificultara sensiblemente, lo que obligó a los vecinos a confeccionar un sendero de piedras que permitiera a los fieles llegar sin problemas hasta el altar. Esto, consecuentemente, también allanó el camino para el nombre del lugar, que fue bautizado de manera definitiva como Empedrado.
Unos años más tarde, puntualmente el 14 de septiembre de 1826, Pedro Ferré fundó formalmente la ciudad, haciendo coincidir la fecha con el día en que se conmemora al santo patrono Nuestro Señor Hallado. Sí, en honor al crucifijo encontrado por Olivera y que aún perdura en lo más alto del altar de la iglesia de la ciudad. Una ciudad que, a poco más de 60 kilómetros de Corrientes capital, se ganó con honores el galardón de “La Perla del Paraná” y cuyo gran atractivo son las barrancas, que regalan una vista preferencial hacia el caudaloso río.
Se me hace agua la vista
La naturaleza es sabia, sí, pero también una gran artista. Con la erosión pluvial, fluvial y eólica como pinceles, y el siempre importante toque determinante del paso del tiempo, dio vida a una verdadera obra de arte que se titula las Barrancas de Empedrado. O también el Balcón del Paraná, por la panorámica extraordinaria que ofrece del segundo río más extenso de América del Sur, que también deja su huella por la geografía correntina.
Visualmente, las barrancas realmente impactan. Los diferentes estratos que las componen dejan en evidencia una combinación de colores que ameritan su merecida y relajada contemplación como también la siempre obligatoria foto para las redes sociales.
Pero como lo que realmente importa es lo de adentro, tal como reza la siempre vigente frase, es necesario perderse en los diferentes (e infinitos) senderos que se abren a lo largo y a lo ancho de las entrañas de las barrancas para conocer su verdadero encanto. De hecho no solo pueden recorrerse a pie, sino que también hay circuitos para desandar en bicicleta y también a caballo, siempre con la cálida compañía de los guías locales.
Naturalmente atractivo
Este pedazo de paraíso ubicado al noroeste de la provincia ofrece variadas experiencias para quienes lo visiten. Por un lado, la posibilidad de ver bien de cerca las diversas especies de aves que llegan en diferentes épocas del año a las barrancas para instalarse y anidar.
Pero a su vez, es la sede elegida por quienes desean entrenarse para competencias de trail running o bike, como también por los amantes de la pesca debido a las reconocidas bondades del río Paraná, hábitat del dorado, el surubí, el pacú, el pez amarillo y la boga, entre otros.
Para los que buscan relax, imperdibles entonces son las extensas playas, que conjugan un inmejorable entorno natural con una tranquilidad muy difícil de encontrar en otra parte. Los accesos son múltiples y a la vez se pueden realizar paseos náuticos para dejarse sorprender por la inmensidad del Paraná.
Por Christian Ali Bravo.