En Concordia: un antiguo tambo convertido en hotel de campo, en medio de un palmar en recuperación
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Establecimiento La Angélica tiene historia tambera. Hoy ofrece alojamiento en pleno campo y un lugar único, a pocos metros de uno de los palmares de Entre Ríos que sufrió deforestación y que poco a poco se está recuperando.
Encontrar la calma fuera de la ciudad y conectarse con la naturaleza. No hay propuesta más irresistible que tomarse unos días para vivir en pleno campo argentino. Y por qué no la tierra de Entre Ríos. En las afueras de Concordia se encuentra Establecimiento La Angélica, una ex fábrica de yogur convertida en posada y con una historia de más de 100 años. Hoy funciona como alojamiento rural con una propuesta en sintonía con el entorno.
Para llegar, hay que tomar la entrada Norte en Concordia y seguir el camino que te lleva al Puente Internacional Salto Grande. A mitad del trayecto, un cartel y una tranquera blanca indican que has llegado al predio de la casa de campo. Y el paisaje impacta: una pequeña laguna con gansos, majestuosos caballos, vacas entre un pequeño palmar, majestuosos caballos, una vieja arboleda, una granja, el horizonte campero.
La Angélica es un establecimiento centenario. Fue Eduardo Ruso Marcó, quien fundó este establecimiento en 1900 para comenzar a funcionar como tambo. Años más tarde, se compraron maquinarias y se comenzó a elaborar yogur. Durante mucho tiempo fueron los principales proveedores de lácteos de la zona, hasta que la burocracia los dejó afuera de la producción. El lugar estuvo en desuso durante varios años.
En 2017 Valeria Russo Marco (cuarta generación de la familia) tomó las riendas del Establecimiento y se propuso poner en valor el legado de su abuelo. El casco fue reciclado conservando la estructura original y adaptándolo al alojamiento rural para que los visitantes puedan disfrutar de lo que es hoy: un complejo con casa de campo que acaba de recibir la certificación en gestión sustentable otorgada por Hoteles Más Verdes..
La Angélica cuenta con cuatro casas de campo: El Jilguero, con capacidad para 3 personas, La Tacuarita, para hasta 10 personas, El Ombú (6 pax) y El Zorzal (5 pax). Todas con una decoración pensada para generar calidez y confort para que los visitantes se sientan como en su casa. Gran parte de los muebles son los originales que fueron reciclados de manera artesanal. En cada una de ellas vas a encontrar camas confortables, cocina con vajilla completa, baño privado, ventiladores de techo, aire acondicionado, parrilla bajo techo, patio.
La estadía incluye el servicio de wi fi y el desayuno con preparaciones caseras (café, té, tostadas, dulces, scones, jugo exprimido, y el yogur con la receta original de La Angélica) todas las mañanas.
Ideal para hacer viajes en pareja o en familia (o incluso entre amigos), La Angelica es un sitio donde conectar con los sonidos del campo en cada momento… el viento, los pájaros, el mugido de las vacas. Hay dos simpáticos perros “franeleros” que tienen estadía permanente asegurada en el lugar y que viven en una simbiosis relajada con el campo, además de que disfrutan de interactuar con los huéspedes siempre como una agradable compañía.
En el casco principal una piscina al aire libre con vista al predio para pasar las tardes de verano. Alojarse aquí es la oportunidad de sentarse en una mesa en el exterior y dejarnos invadir por los aromas de la naturaleza y los sabores caseros que ofrecen en La Angélica. Nada como una rica picada y una cerveza artesanal exclusiva del lugar. También podés pedirles a los anfitriones diferentes regionales que ofrecen (dulces, escabeches, y más).
Además de ofrecer alojamiento rural, La Angélica organiza distintos recorridos por el predio a modo de experiencias y para todo el público para aprender sobre la diversidad natural del establecimiento con avistamiento de aves, flora exótica y nativa (usos y propiedades), especies emblemas de La Angélica, como el ombú, el alcanforero, la magnolia de más de 100 años. Todos los recorridos, acompañados por guías intérpretes con la premisa de que cada paseo sea único. También se organizan talleres con diferentes temáticas, siempre vinculado con la naturaleza. En verano, cenas especiales bajo las estrellas.
Vale quedarse al menos dos noches para completar el proceso de desconexión (con el mundo) y conexión con el campo, la naturaleza y los tiempos naturales. Vivir una mañana llena de sonidos desde los árboles, y un atardecer donde la luz pinta todo de naranja y maravillarse con la singular postal de la bajada de sol campera.
Por Silvina Baldino