Qué hacer en Argentina
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De las Salinas del Norte a las costas del Sur, de las montañas del Oeste a las llanuras del Este. Un viaje por el país -de Jujuy a Santa Cruz, y de Mendoza a Buenos Aires- para disfrutar a pleno unos días de descanso.
Por: Guido Piotrkowski.
Salinas Grandes, Jujuy
El camino asfaltado de la ruta quiebra el entramado infinito del dibujo salino, en esta planicie ubicada a 3500 metros sobre el nivel del mar, donde el sol resplandece y el efecto de la altura se hace sentir. Las Salinas Grandes, situadas a 130 kilómetros de la Quebrada de Humahuaca, son las terceras más grandes del mundo después del Salar de Uyuni en Bolivia y el Salar de Arizaro en Salta. Hasta acá llegan a diario hombres y mujeres de piel curtida que habitan en solitarios parajes en derredor para trabajar en la extracción del mineral. Algunos de ellos también ofrecen sus artesanías, por supuesto de sal, a los viajeros que llegan a conocer este destino. La superficie blanquecina de este desierto contrasta con el celeste de los cielos diáfanos de la puna, que en tiempos de lluvias se espeja, obsequiando un panorama ideal para las fotos creativas.
Esteros del Iberá, Corrientes
Iberá, tierra de naturaleza desmesurada, es un sitio elegido por avistadores de aves, fotógrafos y científicos de todo el mundo. Los Esteros del Iberá abarcan 1.300.000 hectáreas que forman el segundo humedal más grande de Latinoamérica, detrás del Pantanal, en Brasil. El Parque Nacional, creado en 1918, tiene varios portales de acceso, pero el más conocido es el Portal Laguna Iberá, en el pueblo de Colonia Carlos Pellegrini. En los esteros hay más de 60 lagunas y una variedad de fauna descomunal: 40 especies de anfibios, 1250 variedades de peces y 60 de mamíferos, 350 grupos de aves, 60 de reptiles y 25 tipos de mariposas; además de 1400 plantas distintas. Yacarés, carpinchos, ciervos de los pantanos, corzuelas, monos carayá, yararás, el exótico aguará guazú y el tapir. Garzas varias, cigüeña americana, chajá, jabirú. Cientos de pajaritos como el martín pescador, el ipacaá o el yetapá habitan este vergel indómito.
Puente del Inca, Mendoza
Se dice de este lugar que es una maravilla arquitectónica natural. Enclavado al pie de la Cordillera de los Andes y suspendido a 27 metros sobre el río Cuevas, el puente tiene 50 metros de largo y 28 de ancho. Se encuentra a 2720 metros de altura y a 190 kilómetros de la ciudad de Mendoza, enmarcado por los cerros Banderita Norte y Sur. Se trata de unaextraña construcción formada por procesos biológicos que obsequian un paisaje fantástico; el agua contiene hierro y otros minerales que colorean la formación rocosa de naranjas, ocres y amarillos. El Puente del Inca es una suerte de tesoro arqueológico que conserva elementos de gran significancia histórica, arquitectónica, social y cultural,como los relatos de aquellos viajeros que lo utilizaban como paso obligado a Chile en la época colonial. Las ruinas del Hotel Termas de Puente del Inca forman parte de la escenografía de este paraje único que se mimetiza con el puente.
San Antonio de Areco, Buenos Aires
Ubicado a 110 kilómetros de la Capital Federal, es el contrapunto ideal para una escapada de tinte campestre a pasitos de una metrópoli. Areco es colonial y bucólico, y tiene la disposición típica de pueblo, con la parroquia San Antonio de Padua,edificios públicos muy antiguos y bien conservados alrededor de la plaza. En las manzanas de las cercanías, se levantan hermosos caserones, cuyas fachadas centenarias se conservan impecables.Areco es cuna de plateros y orfebres. Hasta aquí llega gente del mundo entero en busca de piezas únicas, finos cuchillos o mates y bombillas que narran la vida en el campo.El pueblo de la infancia de Ricardo Güiraldes, que encontró aquí inspiración para escribir Don Segundo Sombra, es un refugio de las tradiciones gauchas y sitio pintoresco que alberga ocho museos. Acá se celebra cada 10 de noviembre el Día de la Tradición, como un homenaje a José Hernández, autor del Martín Fierro, nacido en esa fecha. La fiesta se extiende por una semana, momento ideal para escaparse a este rincón típico de la Pampa húmeda.
La Cumbresita, Córdoba
Este bucólico pueblo de reminiscencias alpinas con construcciones en estilo centroeuropeo,está enclavado en las Sierras Grandes de Córdoba, a 1450 metros de altura ya poco más de 100 kilómetros de la capital provincial.La Cumbrecita es una Reserva Natural de Uso Múltiple y el único pueblo peatonal del país, puesto que todo lo que hay para hacer por aquí, se hace a pie: desde un recorrido por las casas de los primeros habitantes del lugar, la capilla histórica y la fuente del pueblo, a los senderos que conducen entre los bosques de pinos, ideales para practicar turismo aventura, senderismo, arborismo y tirolesa. La gastronomía centroeuropea es uno de los fuertes de este icónico pueblo cordobés, ideal para degustar un buen goulash con spatzle, salchichas alemanas y tortas caseras, en una suerte de viaje cultural en el corazón argentino.
Valle de la Luna, San Juan
Una vieja leyenda dice que Pink Floyd iría a tocar por acá. Eso nunca ocurrió, pero la banda de Waters se lo pierde. El Parque Natural Provincial Ischigualasto, más conocido como Valle de la Luna, es un desierto de 62 mil hectáreas que regala postales de ensueño. Está ubicado a poco más de 300 kilómetros de la capital provincial, y a 75 del Parque Nacional Talampaya, con quien comparte la nominación de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, además de sus características geológicas y paisajísticas. En la entrada está el Cerro Morado, que tiene un sendero para caminar hasta su cumbre y desde allí, con un poco de suerte, avistar cóndores, guanacos y zorros. El parque tiene 5 estaciones o paradas, un circuito de 40 kilómetros que se pueden recorrer en medio día, en vehículo y con guía autorizado. Transitar este lugar es viajar en el tiempo y a una época donde alguna vez habitaron los dinosaurios que pisaron este suelo y se encuentran replicados en el Centro de Interpretación. El viento, así como el sol y el agua, tallaron extrañas geoformas: El Gusano, Valle Pintado, Cancha de Bochas, El Submarino y El Hongo. En las noches de luna llena el parque abre sus puertas para vivir una experiencia de otro planeta.
Puerto Madryn, Chubut
En este santuario natural de las costas del noroeste chubutense se puede avistar ballenas francas y nadar con lobos marinos; caminar entre pingüinos y observar gigantescos elefantes marinos, ver cómo las orcas enseñan a sus crías a cazar y contemplar la destreza de los delfines. Además de contar con un Ecocentro destinado a la interpretación de ecosistemas y un Museo Oceanográfico y de Ciencias Naturales, Puerto Madryn es un muy buen reducto gastronómico, sobre todo para quienes adoran los frutos de mar. La Península de Valdés está ubicada a 100 kilómetros de Madryn y es Patrimonio Natural de la Humanidad. Se trata de una porción de tierra de unos 4 mil kilómetros cuadrados de estepa infinita, con bahías, golfos y acantilados, donde deambulan guanacos, zorros grises, ñandúes, maras, pingüinos de Magallanes y sobrevuelan aves como el ostrero, el cormorán, el biguá. Es una bahía de aguas calmas, que le resulta ideal a la ballena franca austral para aparearse, por eso se erigió como uno de los mejores sitios del mundo para su avistaje. Una experiencia de esas que, como nadar con lobos marinos, hay que hacer una vez en la vida.
Puerto Deseado, Santa Cruz
Dicen que fue uno de los lugares que inspiró a Charles Darwin en su teoría de la evolución. Y fue desde Los Miradores de Darwin donde se cree que escribió buena parte de su diario de viaje, un rincón fantástico con vista privilegiada a la ría Deseado. La fauna marina es, sin dudas, uno de los atractivos más llamativos de este paraje de belleza indómita ubicado a 300 kilómetros de Comodoro Rivadavia. Las estrellas son los peculiares pingüinos de penacho amarillo, que se destacan por su cresta, las cejas amarillas, el pico naranja y sus ojos rojo fuego, y llegan a anidar en la isla Pingüino a partir de noviembre. Para verlos, hay que tomar una excursión embarcada. La isla Pingüino, que fue declarada Parque Interjurisdiccional Marino en 2010, alberga la colonia del pingüino más pequeño de la especie, que encuentra en estas tierras un lugar ideal para dar a luz hasta abril, cuando se sumerge, una vez más, mar adentro.