Relatos de viaje – Mi destino, un hotel
Compartir
Autor: Richard Lingua
Hay en el mundo hoteles que ameritan una visita al lugar por sí mismos. Que son por sí solos un destino. El Hotel Ostende, por ejemplo, lleno de ecos de todos los célebres escritores que vinieron allí: Borges, Silvina Ocampo, Bioy. El Hotel Ambos Mundos en La Habana, donde Hemingway pasó varios años de su vida.
En nuestra puna, en el medio del camino que lleva de Purmamarca a la Quebrada de Humahuaca y de allí a Bolivia, se encuentra el Hotel Huacalera. Es un espléndido edificio de estilo colonial, emplazado de manera tal que una cadena montañosa lo realza desde atrás, y construido casi en medio de la nada.
Huacalera fue una de las primeras postas durante las gestas revolucionaria, y allí están como testigo el edificio que cumplía esa finalidad y la pequeña pero bella iglesia blanca en cuyo interior, además de importantes pinturas religiosas de la escuela cusqueña, descansaron por un tiempo los restos del General Lavalle.
El hotel fue construido en la década del ’40, y ya entonces su porte y sus comodidades lo hacían único en la zona. Más tarde fue abandonado, y remodelado con gran minuciosidad, respetando los colores y materiales andinos y engalanado por numerosas piezas de artistas del noroeste, volvió a funcionar hace unos diez años.Es incomparable pasar un par de días allá: la amplitud de los espacios, el gusto de la comida típica en su restaurante, la distinción de las habitaciones, muchas de ellas con balcones o terrazas que miran hacia el paisaje circundante, y que permiten leer o meditar mientras de vez en cuando una llama o una cabra cortan el instante imperturbable. Desde allí visité Los Amarillos, una cadena montañosa de ese color, y llegué también desde este lugar a Humahuaca.
A 2 kilómetros del hotel un pequeño monumento nos recuerda que acabamos de pasar el Trópico de Capricornio. Con lo cual es spa y la pileta se agradecen.