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Relatos de viaje – La capilla sixtina de América

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Autor: Richard Lingua


En el valle del sur de Cusco, a unos treinta kilómetros que parecen muchos más y a 3100 metros sobre el nivel del mar, se encuentra el encantador pueblo de Andahuaylillas. El paisaje es bucólico, el urbanismo se detuvo en el tiempo.

Sólo que Andahuaylillas tiene un verdadero tesoro de arte y arquitectura coloniales: la capilla de San Pedro, frente a la típica plaza española de las colonias: cuadrangular, de grandes dimensiones y muy verde.

San Pedro no es una iglesia cualquiera. Fue construida entre los siglos XVI y XVII en el sitio en el que se alzaba un templo inca, como era costumbre en aquella época, y la edificación tiene forma de cruz, con una larga nave central y dos capillas laterales casi en el extremo opuesto al portal.

La fachada de la capilla es de estilo renacentista y relativamente austero. Nada hace pensar que nada más entrar al lugar, uno puede encontrarse con la cantidad de lienzos de temática religiosa de la escuela cusqueña del siglo XVII, muchas de ellas representando escenas de la vida del apóstol Pedro. 

Pero la verdadera maravilla son las pinturas murales pintadas con la técnica alfresco por los habitantes de lugar, con la función «didáctica» de evangelizar a los pobladores y bajo la dirección de Luis de Riaño. Son murales típicos de la cultura sur-andina que cubren las paredes del frontis, gran parte de las paredes laterales de la nave, y las del coro, en forma de herradura. Los murales del frente, «Camino al Cielo» y «Camino al Infierno» son realmente impactantes, no solo por la magnitud de su tamaño, sino porque recuerdan en su espíritu a varias de las pinturas de El Bosco.

Los techos de madera están íntegramente decorados con pinturas de flores y de frutos, y los muchos retablos que decoran las paredes pertenecen al barroco andino del XVII, y presentan detalles acabados con oro y plata repujados.

Imposible describir la emoción, imposible imaginar la dedicación y probablemente el sufrimiento.

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