Un pueblo en el cielo
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Caminar colgado de la montaña es posible. Y el destino donde la fantasía se convierte en realidad está aquí, en Argentina y se llama Iruya.
Por Camila Gomez.
Escondido entre los cerros de la provincia de Salta, rodeado por los ríos Colanzulí y Milmahuasi, y a 2780 msnm de altura, está este pueblo ideal para experimentar la sensación de tocar el cielo con las manos.
Al llegar a la localidad, lo primero que se genera es la impresión de estar caminando sobre un paraje detenido en el tiempo. Este sitio mágico y cautivante se destaca por su edificación y por la variedad de colores presentes en su paisaje, que en conjunto con las quebradas regalan curiosas formas que se pierden en el lecho del río.
Los habitantes de la región han mantenido las costumbres y tradiciones a lo largo de 250 años. Sus calles angostas, empedradas y empinadas con casitas de adobe, representan un paisaje de gran belleza junto a un melancólico estilo colonial.
Las construcciones de Iruya descansan en la montaña como si fueran parte de ella y fundido en la tierra parece descender de la misma naturaleza. Siguiendo el trayecto de los ríos se aprecian quebradas de diferentes tonalidades que van desde el verde agreste al morado, pasando por el amarillo y el azul metálico.
Las veredas horizontales no existen en el poblado. Cuando los visitantes caminan por las calles pueden percibir el ascenso o descenso de la montaña, dependiendo la inclinación del terreno. Además, tienen la posibilidad de llegar a un mirador, donde hay una vista panorámica única en el mundo.
La aventura continúa por la Iglesia de Iruya, la cual fue fundada en 1.753 y está en la entrada del pueblo. Frente a ella se celebran las fiestas más tradicionales de la comunidad, como la Fiesta Patronal en honor a la Virgen del Rosario, la Fiesta Patronal en honor a San Roque, la Danza de los Cachis y la celebración de la Pachamama.
Quien visite este rincón de la Argentina no se puede perder la gastronomía salteña, la cual conserva las tradiciones del norte usando ingredientes ancestrales -quinua, habas y variedad de papas andinas- para lograr preparaciones de un sabor único: empanadas, locro, tamales y mucho más.
En los alrededores se erigen numerosos parajes que sorprenden con su belleza: San Isidro, San Juan, Chiyayoc, Rodeo Colorado y las ruinas del pucará de Titiconte. Estas excursiones suelen hacerse en mula, lo cual hace que la experiencia sea inolvidable. Allí, además de vistas panorámicas increíbles, hay una gran variedad de artesanías para adquirir y llevar de recuerdo a los hogares.